EL TURISMO
SOCIAL Y LAS COLONIAS DE VACACIONES:
patrimonio social argentino.
Lic. Ana
Claudia Simes
( Escrito para la Junta de Historia y Patrimonio Natural de Tanti )
Comunicar
la historia es fomentar una memoria colectiva que nos brinde identidad. Hoy
busco compartir con ustedes un breve recuerdo de cómo se fue construyendo en
nuestro país un patrimonio social y turístico digno de valorar: las colonias de
vacaciones.
Hacia fin
de siglo XIX y principios del XX, sólo los viajeros de una clase social con
ciertos privilegios económicos eran los visitantes que gozaban de vacaciones en
sus casas de veraneo o incipientes hoteles
rodeados de comodidades y roces sociales de la época, tanto en la costa
de Buenos Aires como en nuestras Sierras cordobesas. En esos años, uno
de los avances más significativos en materia de legislación para el desarrollo
del turismo fue la creación de la Dirección Provincial de Turismo en 1938, que
tenía como fin emprender diversas acciones, todas ellas ligadas a la
organización y el fomento del sector. Esto dio lugar a nuevas formas de
prácticas turísticas a partir de las nuevas políticas estatales al respecto (
líneas férreas, asfalto de rutas, estaciones de ómnibus… ). En este sentido,
posteriormente, los cambios en la
legislación laboral durante la década del 40 fueron la base del fomento de las
vacaciones cada vez más populares en la República Argentina. El veraneo dejó de
ser un privilegio de sólo una clase para avanzar en un derecho de todos los
trabajadores, eso que los historiadores llaman el Turismo Social.
“El turismo social debe entenderse como una modalidad del
turismo donde se brinde a los usuarios un momento de plenitud de vida, que
contribuya a la afirmación de los valores vinculados a la cultura y la
espiritualidad, para que propicie la transición hacia un mundo más racional y
solidario”… (1)
Fue el Estado Nacional de esa década el que planificó la
llegada de una nueva modalidad de turismo en Argentina: “La primera norma
jurídica que puso en marcha los programas de turismo social fue el Decreto
33.302 de 1945 que creó el Instituto Nacional de las Remuneraciones, implantó
el “salario vital mínimo” y el “salario básico” y dispuso la obligatoriedad del
pago del sueldo anual complementario del que recaudaba el 3% con destino al
financiamiento de planes de turismo social”(2)
En esta expansión del
rol del Estado en el ámbito de la dinámica entre el tiempo de trabajo y de
ocio, las leyes y decretos habilitaron el surgimiento y/o crecimiento de los
sindicatos, los cuales comenzaron a invertir en el denominado turismo social. Así
llegaron a los destinos turísticos las COLONIAS
DE VACACIONES.
Antes de la mitad del siglo XX, surgió entonces una nueva
modalidad de turismo: el de las clases populares trabajadoras, asalariados de una pujante
industria nacional. El Estado Nacional invirtió en hoteles, caminos y
propaganda, en la búsqueda de que la actividad dejara de ser una exclusividad
de las elites y se convirtiera en un acto de democratización del turismo.
Se puede decir que la meca del Turismo Social en Argentina
fue la Colonia de Chapadmalal, en la cual se recibía gente proveniente de todos
los rincones del país, la cual ha quedado parcialmente en ruinas y el abandono
debido a políticas desinteresadas en su desarrollo. En la Provincia de Córdoba –y corriendo la
misma suerte- se puede mencionar a los Hoteles de Embalse en Calamuchita. Y en
el Valle de Punilla también las colonias de vacaciones tienen mucha historia
que contar, edificios que conformaron unidades turísticas y productivas, con
mucha mano de obra local, generando trabajo y dando dinamismo económico de tipo
regional. Por la dimensión de su arquitectura y por el objetivo de representar
una conquista social para el pueblo argentino, las colonias de vacaciones son un verdadero PATRIMONIO turístico, edilicio arquitectónico, cultural y social de
nuestro país, colmado de historias que tejieron la trama del territorio
nacional o provincial.
Bibliografía:
(1)(2)“100
Años de Turismo Argentino”. Primera edición Abril de 2008 Autores Varios
Compilador: Lic. Alejandro E. Lara Producción: Lic. Martín D. Murcia Diseño
Proia (c) Editorial Proia. Buenos Aires Argentina. Pág.75
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